sábado, 26 de junio de 2010

A SMILE IN THE DISTANCE

Después de una larga estancia fuera del Hotel hoy toca regresar. No serán las cosas, los objetos, tan inanimados ni tan desafectados como se puede llegar a creer, cuando ocurre que, allí donde no se habita, el desuso y la carencia de vida acaba por borrar cualquier rastro de vida. Todo parece más viejo, más cansado, más desgastado que si se hubiera sometido a un uso constante. Como en el reencuentro con un viejo amigo. Efectivamente así sucede y la sensación de soledad y desamparo se hace patente. Se hace carne en las paredes y la puedo contemplar como se ve una puesta de sol; con el alma en vilo. Me acerco a la puerta y levanto el felpudo para coger las llaves. Una familia de gusanos blanquecinos es devorada con alegría por una voraz colonia de hormigas rojas que se mueven como lava escupida por un volcán. Las aparto ligeramente con el pié, tímidamente, como si en verdad tuviera miedo de quemarme y me agacho para coger las llaves. Algunas hormigas suben por mi mano y me muerden en la nuca como si no hubiesen probado jamás nada más tierno. Curioso animal; si la creación les hubiese otorgado un tamaño más grande irían por ahí paseándose como reyes por la tierra, partiendo en dos cuerpos humanos sin atenerse ni a Dios ni al Diablo.

Abro la puerta y una atmósfera pesada como una ballena me golpea en la cara. Como si abriese un armario lleno de latas de conserva mal apiladas; como si hubiese habido una reunión secreta de muertos vivientes y deseosos de salir al mundo exterior lo hubiesen hecho en ese preciso instante, atravesando mi cuerpo y dejando en mi pituitaria un olor seco, como de cebollas podridas. Doy un paso. Necesitamos una seria ventilación. Estaría bien que de ello se encargase un alemán. Son gente eficiente. Se les puede confiar esa clase de trabajos. La pintura de las paredes está desconchada y las alfombras roídas y agujereadas. En el retrete una rata ahogada me da los buenos días, y es raro pues ya es casi de noche. Supongo que la vida en las cloacas es muy diferente. Un hilillo de agua que cae en el lavabo produce un gorgoteo casi sedante que le recuerda a mi estómago días amargos, con el sabor de la bilis en el paladar. Alguien se ha dedicado a desenroscar todas las bombillas y les ha dibujado ojos, nariz y boca. Lo raro es que tienen la cara triste y eso si que es algo extraordinario: no conozco a nadie que haya visto una sola bombilla que no sonría; la luz es alegría.

Me siento en una silla y medito seriamente mientras un gato me mira de manera inquisidora, como exigiendo de mí una sardina. El tiempo nunca va a ningún lugar sin nosotros. Parece que el tiempo se escapa corriendo, que siempre va un paso por delante. Pero solo lo parece. Los días son como una cuna de bebé en la que mecerse. El tiempo nos lleva de la mano como una madre lleva a los niños a la escuela. Así me encuentro; mecido por las olas del tiempo sin esperar nada a cambio. Echaba de menos mi querido hotel. Ese refugio para el alma; sanatorio para majaras; paraíso de santidad; oratorio para ascetas; reclinatorio para penitentes. A través de las ventanas sucias y de las cortinas raídas llega la luz de la luna y el fru-fru de las hojas de los árboles mecidas tiernamente por el viento. El gato duerme plácidamente y la rata del retrete canta a voz en cuello una oda a Robinson Crusoe. El regreso es alegría para el alma y me siento profundamente reconfortado. Una bandeja dorada decorada con arabescos a parece de la nada, flotando misteriosamente ofreciéndome una copa de vino y un pedazo de carne. Lo devoro con satisfacción y apuro la copa con una especie de necesidad imperiosa dictada desde una instancia superior desconocida. Estoy contento de estar de vuelta.

martes, 11 de mayo de 2010

FUNNY SLIDE

Sucede que en ocasiones uno cambia de parecer. Lo que antes nos parecía cristalino ahora lo vemos oscuro y por lo que antes habríamos puesto la mano en la hoguera del mismo infierno, ahora no daríamos ni un paso para justificarlo. A esto se le ha llamado de muchas maneras pero a mí particularmente me gusta la de “cambiar la chaqueta”. Y, queridos camaradas, eso es ni más ni menos que lo que he hecho. Y lo digo sin tapujos, sin ambages, sin complejos de ningún tipo, abiertamente: soy un maldito chaquetero y no me pesa admitirlo. Sí, ahora pertenezco al selecto club de los exfumadores que si por algo son populares es por la saña con la que atacan a los pobres fumadores; a eso vamos.


Recuerdo un tiempo en que las esperas eran menos largas mientras me liaba un pitillo y me lo fumaba; un tiempo en que viajar no era agotador sino algo encantador si el paisaje se veía difuminado tras una cortina de humo; recuerdo esas tardes de asfixia en ambientes sórdidos corrompidos por el humo y la nicotina, aderezados con licores fuertes. Recuerdo que pensaba “no eso nunca ¿cómo voy a dejar de fumar?” Sí, admitía que era malo, pero lo amaba, lo reverenciaba, me arrodillaba ante ese pedestal de los poetas, hincaba mis rodillas en ese templo de los ególatras y estetas que consideraban la vida un necio vacío útil tan solo para llenarlo de hedonismo, falsos elitismos y parvas conversaciones de filosofía barata. Oh, que hermosos sonetos resonaban sonoros en esas tardes lánguidas en las que lo sublime palidecía por instantes ante lo que se me antojaba como lo supremo: fumar.


Y ¿qué ha ocurrido? Mi mente nublada por el humo y obcecada por los impulsos nicotínicos era incapaz de aceptar lo absurdo de esos comportamientos y esas enajenaciones; era ajeno a mi propio alienamiento, ¡fíjense bien, y yo sin saberlo! Pero desperté y me alejé de todo aquello, y ahora lo veo claro. Ya no hay distorsión alguna, ya no hay cortina de humo y nunca mejor dicho. Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo. El problema es que el necio y rancio vicio del humo perjudica a todos. ¡Muérete si tal es tu deseo! Pero a mí no me mates. Es esta la única droga que perjudica de forma directa no solo al que la consume si no al que está al lado. Habría que prohibir su venta .Ni la heroína ni el alcohol tienen este efecto pernicioso. Es por eso que os digo, queridos amigos, lo siguiente adoptando, eso sí, tono sañudo:


“ Siento ser yo el que lo tenga que hacer, más todavía cuando antes era yo el que criticaba a los no fumadores por su asalto infame a los reductos de los fumones , pero así son las cosas. ¡Amigos y camaradas, compañeros y completos desconocidos: dejad de una vez esa fea costumbre! Costumbre de pulmón muerto y de diente raído. Costumbre de mal aliento y olor a vinagre. Costumbre de ansia eterna y desasosiego perpetuo. Costumbre de corazón inquieto y estómago revuelto. Costumbre de perenne necesidad e inmediata dependencia. Costumbre de ahumar de más mi tostada de salmón y hacer que mi caña parezca un brebaje mágico. Costumbre de molestar a los demás con sus contantes interrupciones, sus oleadas de tufera inaguantable y sus estúpidas argumentaciones acerca de la libertad individual. Si de mi dependiera os catalogaba como terroristas suicidas pues no solo fastidiáis vuestra salud sino que estropeáis la nuestra; la de amigos, padres, abuelos e hijos. Por eso, con mi nueva y flamante chaqueta y con toda la saña del mundo os digo: ¡a la puta calle! “

lunes, 5 de abril de 2010

BETWEEN CORRECTION AND EXPRESSION

Ahora que terremotos, crímenes, corruptelas políticas financiadoras de eternas francachelas y decoradas con ribetes de pitorreo institucional y que se sigue esperando con ansia una respuesta del tribunal constitucional que por lo visto dentro de una semana faltará una semana para que anuncien a voz en cuello cuando van a tomar una decisión, ahora, me tomaré la libertad de transmitirles un artículo redactado por uno de nuestros camaradas y que es de la más candente actualidad, pasen, lean y juzguen ustedes mismos:

“ No sería nada novedoso decir que hoy en día los medios de comunicación, embebidos ellos del espíritu moderno del progreso y embadurnados con el brillante barniz de la corrección política, son capaces de encumbrar a cualquiera al Olimpo democrático para luego dejarlos caer sin piedad alguna por el despeñadero de la infamia y observar desde lo alto como sus huesos se quiebran y su cuerpo rueda como una pelota de goma hasta desaparecer en lo profundo del abismo para ser rescatado tan solo de forma ocasional por los abanderados del sensacionalismo barato. Efectivamente no sería aportar nada. Cualquiera de nosotros a poco que se esforzase sería capaz de recordar decenas y decenas de casos de este tipo.”

“Yo hoy, en concreto, me acuerdo de uno bien reciente aunque sepultado ya por multitud de necios titulares y absurdas columnas de opinión de aquellos a los que les pagan por tener un punto de vista único y personal y que por ello se ven obligados a escribir numerosos disparates. Este caso es el del doctor Neira. Recuerdo bien como mientras este señor estaba en coma en el hospital, su mujer, Bibiana y compañía se ponían las botas de la indecencia para cabalgar el asno de la corrección política. Todos cantando a coro le declararon héroe de la Democracia, defensor de la mujer, encarnación viva (más bien sedada) de los más selectos principios democráticos, ejemplo a seguir, caballero andante, desfacedor de entuertos, desagraviador de agravios, luchador incansable, Héroe de la Unión de Repúblicas Hispánicas, y aleccionador de las Carmelitas Descalzas en lo que a cuestiones de solidaridad se refiere.”

“Con gran expectación se vivió el momento de la resurrección del héroe. Los periodistas con mayor olfato tuvieron que hacer noche en la puerta del hospital sobreviviendo a base bocatas de jamón y café de máquina. Los fotógrafos limpiaban sus objetivos esperando capturar un buen plano del héroe. Los grandes periódicos y las más prestigiosas revistas del cotorreo se jugaban a los chinos quién de ellos tendría el honor de ofrecer en exclusiva las primeras declaraciones del doctor. El día soñado llegó, acompañado de la habitual avalancha de reportajes, entrevistas, opiniones, loas, salves, remangamiento de mangas de chaleco, genuflexión mediática y demás pompa casi fúnebre, que a mí más me recordaba al nacimiento de alguno de los nietos del Rey.”

“Naturalmente los días pasaron y nuevas noticias copaban las portadas. A todo esto nadie decía que el supuesto agresor defendido por su supuesta víctima había estado todo este tiempo en la cárcel sin derecho alguno a réplica, satanizado y demonizado por los mismos valores que encumbraban a otro. Pero los días fueron pasando y se vio que Neira no cojeaba a causa de la agresión sufrida. No, cojeaba de su pié derecho y además estaba orgulloso de ello. Habría pagado hasta 10 euros por ver la cara de Bibiana al leer la última intervención del ilustre doctor. Lo cachondo de todo esto es que al buen doctor lo han dejado caer por el barranco de la infamia rumbo al olvido los garantes de la libertad y de la democracia, cuando este señor, más allá de lo acertado de su postura política, simplemente a hecho uso de la plataforma en que le pusieron para expresar su opinión, la cual sonaba a herejía en el entorno bien pensante y por ello es mejor fumigarlo y ponerle el sambenito de fascista y antidemócrata. Donde dije digo digo Diego y si te he visto no me acuerdo. Habría que enseñarles aquello de Santa Rita, Rita,…”

domingo, 14 de marzo de 2010

SPAIN? NOT YOU...

De pronto la sociedad del videojuego, la sociedad de lo falso, de lo irreal, de lo virtual, de lo supletorio, de lo fácilmente sustituible, del modelo de vida urbano, la sociedad de la mentira, la que conforma una civilización que vive en su gran mayoría a miles de años luz de la vida real entendiendo esto como el mundo, la tierra, el agua, la sociedad del compartirlo todo a costa de no tener nada, la sociedad de los individualistas y egoístas que tienen un pavor atroz a encontrarse en soledad, la sociedad cuyos individuos no pueden de ninguna manera estar solos sin hacer nada, la sociedad que necesita constantemente un estímulo externo sea este el que sea para no pensar ni por un solo instante, la sociedad que dio por malo el yo solo soy yo cuando estoy solo, la sociedad que a fuerza de estos comportamientos se ha olvidado ya de pensar, la sociedad que ya no sabe quién es porque no se acuerda de quién fue, la sociedad del desarraigo, la sociedad del todo vale, del yo tengo la razón, de la mala educación, del capitalismo multicultural, la sociedad de la indiferencia, de la rebeldía enlatada, la sociedad de la sopa boba, de pronto, decía yo, se acuerda de Miguel Delibes.

Lo que en esencia quisiera yo decir a este respecto es que si de verdad los representantes de nuestra sociedad hubiesen leído y entendido a Delibes, algo se les habría pegado y muchas cosas serían hoy en día muy diferentes. Esos cerdos lo han llevado a su plaza de toros para ponerse ellos la medalla. Qué gran labor esperar a que mueran los grandes hombres para luego besar las mieles laureadas de su éxito y acogotarlas en sus menudas seseras. Han institucionalizado la obra de un hombre libre llenándole de epítetos aduladores y colmándole de indulgencias sin recordar la locura que embargó al diputado que trató de convencer al señor Cayo de los beneficios de la democracia. Ah, el señor Cayo ya está muerto y ni tú ni yo recuperaremos ese mundo que ya se fue, que ya no volverá. Al hilo de lo que decía: que otro gallo habría cantado, pero ya sabemos que estas cosas siempre funcionan así y lo decente ahora es desenmascarar a aquellos miserables que cometen la bajeza de ponerse una careta y de adoptar la pose del erudito o peor aún, del respetuoso admirador.

Si estos mismos cejijuntos de orejas perforadas y gafas de pasta se encontrasen en mitad de la dehesa a ese señor de porte humilde escopeta en mano a la caza del tordo, se llevarían las manos a la cabeza, y, probablemente, acudirían a algún tipo de estrategia de provocación cuya única intención sería la de fastidiar e imponer su necia moral. Qué fácil es olvidar, que fácil ir a comprar al supermercado, que fácil es actuar siempre de acuerdo a “convicciones propias” monolíticas e inexpugnables que conducen al enfrentamiento y a la marginación del que no se adhiere a la nueva verdad. De eso no se habla porque no interesa elevar a un escritor y cazador al mismo lugar. Es necesario realizar una operación quirúrgica de propaganda para que a ese olimpo llegue el escritor pero nunca el cazador. Esta es la estúpida moral de nuestros tiempos. Visto lo visto me dan ganas de comprar una escopeta. Lo haré.

España entera es un clamor que se rinde ante lo que es evidente. Yo no diré nada que no se haya dicho ya, cada cual que agite su conciencia, retuerza su mente, avive su alma, apague el televisor, desconecte el aparato de música, tire el teléfono móvil por la ventana, corte los cables del fijo, cierre su sesión de Internet, quédese dando un portazo a solas en un rincón confortable y abra un libro, el que sea y lea, lea usted, desde aquí le animo a que lo haga. Es lo que puedo decir. Defender la literatura sin más porque los escritores ya lo hacen solos y las editoriales bien saben hacer su negocio, así que preocúpense ustedes de la literatura, pura, simple, llana, compleja, retorcida, ampulosa, hermosa y triste que llena las vidas de poesía de belleza, de sentido, que es a la vez fugaz, pasajera, ardiente, luminosa y permanente porque deja el sello imborrable de la esencia humana.

martes, 2 de marzo de 2010

INSTINGTLY THINKING

Cuando pido un 31 sin huevo se me alegra el alma. Con huevo no es lo mismo, lo he comprobado. La yema explota sin previo aviso y chorrea por todas partes, empantanado con su sabor el lomo de marrano chino, el tranchete disfrazado de queso y el pimiento almeriense frito vuelta y vuelta. El secreto, todos lo saben, está en el pan. Normalmente ya llevo unas cañas encima cuando lo pido, por lo que cuando efectivamente me lo como, ya me he pimplado otras dos. Esto me da una perspectiva muy diferente del asunto además de cierta voracidad por lo que no me comporto como un gourmet precisamente. A dentelladas lo devoro, lo machaco a golpe de muela y lo trituro con ira canina mientras las cañas empujan los bolos alimenticios esófago abajo rumbo a la panza: objetivo bajo vientre y tormenta rectal. Así es la vida amigos; los asuntos humanos más urgentes e inmediatos se dilucidan siempre en esa zona del cuerpo. Uno nace, crece y se desarrolla en ese lugar familiarizándose ya con tripas, recipientes para líquidos y gases hasta que es expulsado al mundo exterior. Una vez fuera, la mayor parte del tiempo hasta que el azar, el tiempo o una instancia superior lo requiera y toquen las campanas a difunto, se dedica a resolver asuntos relacionados de forma directa o indirecta con el vientre y alrededores.

La eterna búsqueda para la satisfacción de ese territorio lleva al hombre a la cumbre y al abismo. Las grandezas y las miserias de esta raza se fundamentan en ese flujo de entrada y de salida. En esa fricción a veces malvada, gozosa las más. El hombre como el mundo tiene su propio campo magnético y de la misma manera que las líneas de fuerza fluyen del polo Sur al polo Norte, esto es: el ano y la boca, circulan sin cesar en torno a ese centro magnético unas fuerzas misteriosas, que lo hacen de igual manera sobre ese impulso vital escondido en el epicentro humano: abdomen, panza, bajo vientre, intestino, ano y uretra, depósito seminal y trompas de Falopio. Un jaleo de combinaciones alfanuméricas destinadas a la satisfacción mundana y a la procreación. Nuevos centros del mundo se extienden a cada instante tejiendo la tela de un nuevo sistema gravitatorio humano donde unos se atraen, otros se repelen y otros chocan y mueren.

Todo esto no lo pienso ni lo intuyo en el instante en que mis jugos estomacales se ceban con el lomo, montan la de San Quintín con el pimiento y transforman el pan en nutritivos almidones y azúcares. No, lo veo nítidamente sin tener que pensarlo. Lo veo por el hueco que queda en medio de la barra entre la cafetera y la caja registradora cuando manos viejas y arrugadas arrastran patatas al alioli hasta bocas de encías desgastadas. Lo observo en la mirada inquisidora proyectada sin disimulo de arriba abajo desde unas gafas viejas en dirección a un cuerpo de mujer, joven, atractivo, inmune todavía a la fuerza de la gravedad. Lo veo en pantalones apretados de mujer que embuten dos jamones que se pasean respingones de un lado a otro, de la barra a la tragaperras y del baño a la barra buscando provocar con un contoneo que sobrepasa la línea de la simple sugerencia. En escotes pronunciados y medias de colores, en rollitos y platos de jamón, en la cerveza de importación que el camarero esconde debajo de la barra y la sorbe a largos tragos cuando piensa que nadie le está mirando y en la mirada desconfiada del oriental que revisa cada cierto tiempo la caja y va sacando los billetes de 50 que utiliza después como señuelo para atraerse compañía.

Pan para los dientes de la gente sean estos de leche o postizos, pitos y chuflainas que andar tocando, entretenimientos de barra y alzada de miembro viril. Así pasan los días, así pasa el tiempo, dejando su fina capa de polvo que va perfilando el carácter de aquellos sobre los que se posa. Unos se resisten, otros se dejan llevar, otros ignoran por completo los sencillos mecanismos que hacen de timón en sus vidas, los frágiles cascarones que hacen de barco y los cambiantes vientos de los acontecimientos, que en ocasiones y de forma inesperada trastocan el rumbo establecido por lo cotidiano, la costumbre y el miedo al cambio.

sábado, 30 de enero de 2010

PSYCHOLOGICAL DEMOCRACY: DON´T BE A LOSER!

En nuestra bendita sociedad occidental, hijastra bastarda del protestantismo, todos conocemos la importancia que tiene el no ser un perdedor. Importancia que va más allá incluso de ser un triunfador. “Quizás yo no llegue a ser alguien importante en esta vida pero, ¡qué narices! un perdedor no soy.” Este aspecto de nuestra sociedad determinista, darwinista y por encima de todo competitiva no escapa al ojo observador de los políticos y sus ayudantes, consejeros, aguadores y aduladores. De la misma manera que en este país un individuo es hincha del equipo local y a la vez lo es o del Madrid o del Barcelona, este mismo individuo es presa fácil para las veleidades de Partido. Esto lo sabe el buen Demócrata y juega sus bazas de la mejor manera posible en su caza de votantes.

Vayamos por partes. Sabemos que hay varios tipos de votantes: unos son los que llaman de base o de ganado lanar que votarán a su Partido ocurra lo que ocurra. No les importa que les mientan, roben o engañen. Tienen tanta fe en sus símbolos, en sus letras y en sus himnos que son incapaces de ver la realidad. Con estos hay poco que rascar y se desaconseja en todo punto tratar de razonar con ellos. Tenemos también a aquellos que votan a partidos minoritarios aún a sabiendas de que nunca jamás van a conseguir representación en ninguna parte. A estos también les mueve la fe. No obstante se muestran abiertos al debate. Y finalmente tenemos a los indecisos en los cuales quisiera centrar mi atención aplicándoles el principio psicológico del “ganar o perder.”

Estos votantes son lo suficientemente vagos como para no tener una filiación política concreta a un Partido y más vagos aún como para pararse por unos instantes a pensar por sí mismos que opción es la más adecuada para el futuro de su país. Es aquí donde se pone toda la carne en el asador. ¿Por qué? Pues porque a estos no les mueve la política, la economía, la cultura o la política internacional. Ellos creen en una victoria. Viven con emoción los días previos a unas elecciones como si de la final de la Copa del Mundo se tratase. Hacen cábalas, cálculos y apuestas. Día tras día devoran las estadísticas de intención de voto y se ponen nerviosos cuando observan que la distancia entre un Partido y otro es de unas pocas décimas. La decisión es difícil. Y es que no quieren estar en el bando perdedor. No se por qué pero nunca nadie quiere. ¿Entendemos ahora los gritos encendidos desde el corazón de un mitin de campaña de “a ganar, a ganar, vamos a ganar”? ¿Entendemos esa eterna pregunta tras un debate televisado entre los principales candidatos? ¿Cuál cree usted que ha ganado?

El problema para un país es grave y es que es este grupo el que decide quién gobierna. En nuestro caso, España, lo cierto es que poco importa ya que aquí gobierna el Partido único. Esté quien esté en el poder poco cambiará. Pero no nos desviemos del tema. Es posible que todo se mueva en el ámbito del subconsciente, pero lo cierto es que estos individuos se dirigen a las urnas con la intención de votar a aquel Partido que piensan que va a ganar. ¿Es posible semejante comportamiento? Es más ¿es aceptable? Yo creo que no es aceptable y creo que, desgraciadamente, ocurre.

Imaginemos a estos señores la tarde del recuento de votos, repantigados en su sofá delante del televisor. De pronto aparecen los resultados definitivos: el Partido tal ha ganado las elecciones. La alegría en su rostro y en su corazón al saber que ha votado por el PARTIDO ganador, que esa victoria es en parte suya pues muy pronto el candidato electo le hará partícipe de ella, el orgullo con el que al día siguiente podrá decir a sus colegas en el bar que “ha ganado las elecciones” mirando con recochineo a los votantes lanudos del Partido perdedor. Y después, invariablemente, tras sentirse satisfecho consigo mismo y por el servicio prestado al país cambiará de canal para comprobar el resultado de la quiniela. Hasta dentro de cuatro años.

sábado, 16 de enero de 2010

DUMBNESS

Quizás no lo hiciese en público y fue tan solo una de esas cosas que se hablan con uno mismo y que no trascienden más allá de nuestra propia frontera, pero lo cierto es que me resulta verdaderamente complicado no volver a la carga y es que hay mucho por descargar. Ah, la humanidad: divino tesoro de inmundicias, alegrías, desgracias y grandezas. Pero seamos más precisos. Basta con echar una mirada a nuestro alrededor partiendo de esta sencilla premisa: la exposición continuada al ruido produce sordera crónica. Preguntad si no. La mayoría no os escuchará de verdad y la prueba definitiva de ello es que si les preguntáis a los pocos días acerca de qué estuvisteis hablando no se acordarán. ¿Problema de la memoria? No. Sordera crónica con variantes de tinitus y profundo estrangulamiento del caracol interno así como solidificación absoluta del tímpano. Recomendación médica: ¿higiene? No, aunque necesaria no es tratamiento para este gravísimo problema.

Pero ¿por qué? Pues es una cosa muy sencilla. En todo momento de nuestra vida estamos sometidos al ruido. Este no solo adopta una forma física: bocinas, música infame, gritos, máquinas, millones de pasos resonando a la vez por las aceras, el chirriar de los frenos de las bicicletas, el rumor de los mercados callejeros, el frufrú de las hojas de los árboles azotados por el viento mezclado con el retumbar de los cristales de las ventanas. No. Hay un ruido terriblemente ensordecedor que no solo nos deja sordos sino que nos agrieta el alma. Se introduce en nuestro cuerpo y abotarga nuestros sentidos, sumiéndonos en un suave letargo. Es ese ruido frío, necio y ladino que se cuela por todas partes. Un ruido que no entiende de decibelios ni de ondas hercianas. Este está preparado para entrar en nuestro cuerpo de múltiples formas: por nuestros ojos y oídos en forma de video, música, anuncio, publicidad o zafia propaganda; por nuestras manos al teclear códigos alfanuméricos y manejar aparatos de adiestramiento mental; por nuestra lengua al paladear sabores uniformes, iguales para todos y que para nada tienen en cuenta aquellas manos que lo elaboraron.

El asunto es más serio de lo que pueda parecer. Afecta sobretodo a aquellos cuya capacidad crítica y cuya habilidad para razonar se ha reducido a la mínima expresión, pero dando, no obstante, la fugaz sensación de que efectivamente estas habilidades se mantienen intactas. También puede suceder que a golpe de sordera ya no quieran ni escuchar y te suelten el discursito, bien aprendido e interiorizado como una jaculatoria sufí, y se queden allí sin atender a tus preguntas, desviando la atención para volver una y otra vez sobre lo mismo. Si, amigos se produce lo que es evidente: la comunicación humana se resiente. Ya no se dan intercambios de información, de emociones, de sensaciones de una forma natural y espontánea, sino que todo queda a merced de lo previamente establecido. Y esto ¿qué es? Pues ya lo sabéis. En realidad lo sabe todo el mundo. El problema es que no saben que de verdad lo saben por lo que de muy poco les sirve.

De esta manera las personas se van volviendo poco a poco sordas. Viejas y sordas. Esto les afecta también a la memoria y olvidan quienes son de verdad. Y lo que es peor: olvidan que para descubrirlo solo han de dialogar en lo profundo consigo mismos. Ciegos y sordos a esta realidad buscan torpemente en medio del inmenso ruido. Se vuelven irascibles, pierden el sentido del humor más genuino, se consideran superiores y caminan altivos despreciando a todo y a todos sin motivo alguno. Están tan encenegados que piensan que sólo ellos merecen el don de la vida y que todo lo que de terreno hay les pertenece por derecho propio. Talmente, embrutecidos, ensombrecidos, transmutados en carne meramente no sienten ni padecen a no ser que ese Ruido se lo ordene. En medio del vasto Huracán cotidiano el Hombre queda a su merced.

Pero no temáis pues hay esperanza. No sabemos si esta la reparte Dios, Ala, Buda, la verdad inmutable de lo que es solo cambio y nada más, la intensa legibilidad del Tao, el ánima mundi que otorga la vida a las fieras, al hombre, a las plantas y a las rocas o la simple voluntad del alma humana. No sabemos de que forma, pero mientras la semilla de la duda que de plantada, mientras existan orejas dispuestas a escuchar el canto del pájaro en la mañana, mientras queden preguntas sin respuesta, mientras la codicia, la envidia y la avaricia queden desterradas de una sola de las criaturas que pueblan la tierra y mientras haya paz en uno solo de los corazones de los hombres, quedará algo de esperanza. Y es que, queridos camaradas, no todo ha de ser desazón, malestar y mala sangre. Salud.


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