sábado, 21 de marzo de 2009

PORTRAIT GALLERY I

" Hola amiguitos. Algunos de ustedes puede que me conozcan y algunos otros puede que no. Y de aquellos que me conozcan, es muy posible que sea solo de oídas. Y aquellos que no me conozcan quizás deseen no hacerlo nunca. Ahora están a tiempo, pues no saben quién soy, pero les aviso: no digan que no les advertí. Mi nombre es Gabriel Escolano Constancio. Nací hace 43 años en un pueblo de la provincia de Zaragoza: Lumpiaque. Dicen que hay fósiles allí. Yo nunca los vi. Pero aunque los hubiera visto. A mi lo que me iba eran otras cosas. Yo me pasaba las horas en el Bar con el Venancio, el Antonio y compañía. Nos poníamos morados de priva y de fumercio. Unas cigarreras de faria pillábamos, que todavía hoy sufro las consecuencias. A mi me gustaba lo atroz, lo sucio. La noche, la repugnancia y las bragas sucias de una puta."

" Pero no estoy aquí para contar mi vida. Esto es solo una presentación así que hablaré de lo que hago hoy en día. En realidad no difiere mucho de lo que antes contaba. Yo me levanto con la calma. Con la calma que te da la resaca de cubatas de campeonato, cañas a porrillo y un gramito o dos para cenar. Me levanto y ni hablar puedo. Dejo pasar una hora en la ducha, y así cuando son la una de la tarde bajo a la oficina del paro. Pues para aparentar interés o dar penica. No tengo trabajo y es que me echan de todas partes. Me han acusado de todo: de robar tabaco, herramientas, dinero, de cagarme en el casco del capataz, echar la siesta en la hormigonera, escupir en los bancos del parque, matar palomos y guisarlos en plena Gran Vía,...la lista es bastante larga. Por todo ello soy conocido en las comisarias de la ciudad. De hecho uno de mis mejores amigos y colega de parranda es comisario. De buenas me ha librado el pájaro."

" Mis hijos no quieren ni verme. Dicen que mi voz les da miedo. Que mi mirada les inspira repugnancia y que siempre huelo a colonia güisqui de furcia empapada en aroma de faria. Ten hijos para esto. Yo que lo he dado todo. Que durante un año dejé de salir por las noches. Eso si, en cuanto al primero le salieron los dientes, adios muy buenas me bajo al bar porque esto no hay Dios que lo aguante. Y claro, me echaron de casa. Por suerte ya no vivo en el parque y tengo mi propia casa que comparto con unos compadres bien majos, aunque yo antes de salir de casa echo un buen cerrojo a mi habitación. Allí guardo mi tesoro: la discografía completa, original y en vinilo de mi artista favorito; el genio. Lo mismo te hace un solo de guitarra, que canta, baila, se viste elegante, toca la batería o el teclado. Hablo, como no de Prince. En realidad es todo lo que tengo. El resto de las cosas que valoro en la vida me las meto por la nariz."

"Actualmente frecuento siempre el mismo bar. Allí de vez en cuando me ponen al rey, Prince y yo me pongo loco y le digo a todo el mundo que ese tio es un genio y que venga otro tubito pa´l cuerpo. Oye, que me voy al baño, tu pónmelo. Y llego del baño y no hay nada en la barra. Cómo que tengo que pagar. Fiame hombre. Joder tio, mañana lo pago, no me hagas esto. Venga, ahora vienen las lagrimillas. Me derrumbo y lloro como una niña con mi voz que es más bien la de un perro que suplica. Que suplica un poquito más, un poco de piedad. Mis cuerdas vocales están destrozadas. Por la faria, por mis intentos de imitar a Prince, por la farlopa que me meto. Mi garganta es áspera como un tronco de encina. Mi voz asusta a la gente. Bueno, mi aspecto también. Llevo una camisa color salmón, medio sacada por fuera y desabrochada para dar al mundo una imagen más deprimente. Por mi voz, ronca y áspera algunos en el bar me han puesto un mote: Ronco Varela. Les veo descojonarse de risa mientras se remojan en cubatas selectos. le dice siempre el uno al otro: El mejor mote de la historia, macho"

"Este soy yo, Gabriel o Ronco Varela. Lo que prefirais. Solo soy un monstruo. Un desecho social. Un subproducto. Una mierda alienada absolutamente inútil. Para nada valgo, ni para trabajar ni para animar a nadie a hacerlo ni para ofrecer una reflexión productiva. Y es que solo se beber y beber y esnifar y esnifar y de vez en cuando, si llevo pasta o le echo jeta me voy de putas. Me gustán las que van sucias, de la calle. Quizás por que me recuerdan a mi madre. Pero soy algo. Soy una lección. Soy la prueba viviente de que hay gente, como yo, incapaz de hacer nada bueno con la vida que se les da. Por lo tanto os suplico: ¡¡esterilizarme a cambio de un tubito!!"

viernes, 20 de marzo de 2009

THE SHARPENER!!

El otro día salí a la calle como de costumbre a fumar un pitillo y dar una vuelta a la manzana. A disfrutar de un breve paseo bajo el sol, ahora que aprietan los primeros calores, que son siempre los más agradables por hacernos olvidar de golpe los rigores del invierno, el abrigo, los guantes, el gorro y porque no, la factura del gas. La gente sonríe y todo el mundo lo juzga como benévolo, las chavalas pasean ligeras de ropa y renquean en algunos resfriados mal curados. Pero no es ese el hilo...Como decía, salí a la calle. Estaba yo ensimismado en mis desvaríos cuando una melodía me sacó de mi necia ensoñación. Piriiiiiii-pi-ri. Piriiiiiii-pi-ri. Ah, claro. Recuerdos de la infancia destapados al instante por tan particular melodía. Tan simpático sonido armónico (de armónica). Si amigos, el afilador viene al barrio.

El afilador. Viejo resquicio de un modo de ganarse la vida olvidado por completo. Donde están esos viejos mercaderes y arrieros que iban con sus mulas y carretas cargados de trastos y herramientas. Lo mismo te vendían unas alpargatas que te arreglaban un paraguas. Esos, ya no están. Otro oficio más que desaparece en el marasmo de la "sociedad del bienestar". Es natural y es que reparar algo es poco democrático, no espera, es poco práctico. Poco moderno. Si tu cuchillo no funciona no trates de afilarlo. Ve y compra otro. Consume, echa unos euros a la máquina, por favor, y más ahora en tiempos de necesidad en los que "todos" estamos pasando "hambre". Mierda de comillas para resaltar lo que es evidente.

Pero hablábamos de oficios. Si. De aquellos antiguos artesanos que lo hacían todo con sus manos. De principio a fin y cuyo saber era transmitido de una forma jerárquica. Del maestro al discípulo, que no dejaba de serlo hasta que dominaba todos los secretos y las técnicas de su oficio, ya fuere albañil o botijero. Cosa poco probable hoy en día, donde predominan los contratos temporales que imposibilitan el aprendizaje on-the-job. Y eso sin mencionar la monstruosa fragmentación del trabajo, y de todo en general, que convierte al trabajador en un simple autómata incapaz de comprender que es lo que está haciendo. Solo sabe que es una pieza más en el engranaje. Se ha convertido sin saberlo en una máquina. El hombre solo ya no vale. Ha perdido su lugar en el mundo. No entiende nada. Está corporativizado hasta el extremo.

Normal que la gente esté cabreada todo el día, rezume mala ostia y mala educación. O no quiera calentarse la cabeza con cosas más complejas. O necesite sobredosis de alcohol, drogas, chocolate, helados, putas, juego, videoconsolas, cenas de empresa y montones de chorradas ( si de "cosas" se trata, el límite lo pone tu cartera) para sobrellevar la existencia. Y eso es porque en lo más esencial de la vida, que es el trabajo como forma de sustento vital (que te da de comer coño) nadie entiende ya nada. "A mi no me preguntes, tu aprieta el botón y ya está". "Pero cojones Manuel, que no lo entiendo." "No preguntes, te pagan por apretar el botón. Le das y punto en boca".

Gracias Ford. Gracias señor Smith. Gracias Karlos. Con tu espesa barba y tu culo engordándose en la biblioteca del museo británico de Londres, mira lo que nos has ofrecido. No eres el único, claro. Pero tus tontas reflexiones nos han conducido en parte a esto. A la pérdida de contacto con la realidad humana, siendo esta parte del mundo natural, no pudiendo ser desgajada de ella solo porque a ti te parece mejor. La cadena de producción, el control de la "fuerza" del trabajo que no es sino la fuerza bruta, la especialización productiva, la separación de tareas y como consecuencia la producción de miles de artículos de ensueño. Más factorías y más gilipolleces para legiones de ovejitas. Más destrucción y más olvido. Más movimiento, más caos, más producción, más confusión y más frustración. Más separación, más ira, más envidia, más codicia, más maldad. Todo lo supuestamente beneficioso tiene su terrible contrapunto. Y así se cierra el círculo y la rueda echa a andar. Pues venga, hasta que se pinche.

jueves, 5 de marzo de 2009

I DON´T LIKE MUSIC; I LIKE PINK FLOYD

Podría estar durante horas rellenando espacios en blanco con innumerables argumentos sopesados, elocuentes y de grueso calibre acerca de porqué me gusta Pink Floyd. Podría escribir cientos de posts abundando en los infinitos detalles y matices que este grupo atesora en su discografía. En sus letras y paisajes sonoros que me han hecho soñar con el espacio, con el cosmos y con la cruda realidad humana. Pero también es cierto que para el halago y los agasajos hay cientos de sitios en internet, por lo tanto pasaremos sin más dilación a repartir candela, que en el fondo es lo que me entretiene. Que diablos.

La vida moderna ha jodido tanto la música que ya nada es lo que fue. Han convertido algo hermoso en producto de mercachifle y en alimento de zafios borregos incapaces de distinguir una morsa de una mosca. Les dan gato por liebre y ellos tan contentos. Tanto es así, que una de las bellas artes (mierda, en realidad todas) se han convertido en una industria. Y algo industrial apesta a prefabricado y orientado al consumo masivo con el fin de obtener la mayor cantidad de beneficio posible. Igual que con el nuevo concepto de amistad creado gracias al diabólico feisbuk, la cantidad prima sobre la calidad.

Hablar con gente de música es perder el tiempo. No entienden y aducen que acerca de gustos no hay nada escrito y no se qué historias de piruletas de colores. El gusto musical está absolutamente corrompido por una legión de diabólicos productores (gente por lo general sorda) y por sus infames pregoneros, que obligan a gente cortica de entendederas a escuchar y a "consumir " lo que les dicen. Mucha gente opina que esto no es así. Que cada uno escucha lo que quiere porque en un estado democrático todos somos muy libres de hacer lo que nos venga en gana, y por eso mismo pues yo digo que y un carajo. Falso. A la gente le gusta ser cool y hablan con gran pasión de las mierdas que escuchan. A mi me parece bien, pero han de saber que están engañados. Alguien se lo tiene que decir. A todos esos alternativos que se pasean con sus ipods meneando sus cabezas huecas al ritmo que les marca el Phil Spector de turno.

Por no hablar del politono. Semejante mamarrachada en la que la gente picotea como gallinas en el corral. Aplauden como morsas cada vez que hay una novedad musical. "Guau, y tenemos lo último de una panda de anormales con un sonido fresco, limpio, que está arrasando en todo el mundo" Reunión apopléjica de tópicos para gañanes y gente sin espíritu crítico en general. Recalco mi posición de que me la suda. Pero me jode entrar en cualquier sitio y tener que escuchar la monserga de turno, que la encuentro hasta en mi sopa de pollo con fideos. Cojones. Los que tenemos oídos para algo también tenemos derechos. Si algo no te gusta, puedes cerrar los ojos y no verlo. Pero los oídos es más complicado. Te jodes y te lo fumas. Eso no me parece justo. Así que voy a ser un imbécil de tomo y lomo y proclamaré mi derecho a no escuchar bazofias musicales nada más poner un pie en la calle. Representantes del Gobierno, panda de vagos, haced algo por esta humilde súplica de una minoría que reclama su derecho al silencio.

No quiero extenderme más en este punto pero tampoco dejaré pasar por alto la oportunidad de varear como es debido a una panda de irlandeses borrachos que se hacen llamar U2. Menuda bazofia la que venden al personal. Qué engañados los tienen. El señorito Bono, desde su tribuna de forrado de pasta a base de excrementos musicales, creyéndose con el derecho a dar lecciones de moral y de ética. Tuve la mala suerte de escuchar el otro día una canción de su nuevo disco y no pude menos que sentir vergüenza ajena. Podría decir que sería mejor que se retirasen a tiempo antes de seguir haciendo el ridículo, pero creo que sería mejor que nunca hubieran grabado un disco. Total, para lo que han hecho. No hay nada que merezca la pena. Dicho todo desde el respeto, eso si. Creo que con este ejemplo se verá de forma más clara lo que en esencia quiero decir. Allá cada uno con sus oídos. De todos modos cualquier sibarita sabe que lo bueno es para el disfrute de una minoría selecta, así, que prosiga el baile mientras yo apago la luz, enciendo la pipa y suenan las primeras notas del Barquero del Volga...

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