He estado meditando acerca de nada mientras observaba como por dentro no se movía ni una rama ni soplaba el viento vital del pensamiento. Mientras, afuera, se desataba una tormenta. Parece que el tiempo se tomó unas vacaciones y se fue muy lejos. Solo quedó la sensación de estar en eterno movimiento. No hay un solo segundo que perder cuando se trata de movimiento. De la eterna acción. A cada giro de muñeca, a cada empujón, a cada flexión de mis músculos, a cada paso, a cada parpadeo de mis ojos, se apaga la luz que brillaba en mi corazón. Se consume la vela que me guiaba en la oscuridad y ya solo queda el vacio. Una extraña desazón que me acompaña. Me acaricia la cabeza con sus dedos fríos pero no siento ni siquiera un escalofrío.
El presente extiende sus tentáculos sobre todas las líneas temporales, desapareciendo el futuro y el pasado. Es entonces cuando la existencia se destila, evaporando los sueños y las fantasías, y de allí sale en estado puro. Te hace existir y ser hasta que te mueres de tanto ser. De tanto momento presente que aprieta y ahoga. Pero no duele. No puede doler porque ya no existe un futuro donde pueda doler. El momento ciega por completo mi capacidad de percibirlo. Ahora lo se. Ahora que todo se ha diluido.
He soñado en incómodas noches desveladas con sauces misteriosos acariciando las aguas de un río. Viendo recodos en caminos que ocultan extrañas verdades. He paseado por el bosque, sintiendo como las hojas secas de los robles crujían bajo el peso de mis pies descalzos y la luz de la luna abría senderos plateados ante mi, guíandome por la vereda al fondo de la vaguada donde beben los sauces y las truchas se recogen para dormitar en el lecho del río. Cómo añoro esos sauces, verdes, mecidos por la dulce brisa del valle. Las limpias y cristalinas aguas del sueño. Solo quedó eso. El deseo de verlo con mis ojos. De saber que es cierto, que no estoy dormido. Pero la realidad se presenta más gris que todo eso. Tan gris como el hormigón; tan negra como el humo de los vehículos, que en cantidades ingentes recorren la ciudad en la noche. La oscuridad primigenia siendo violada; atravesada por cientos de miles de millones de puntos luminosos que se mueven en una dirección, luego en otra. Pero nadie sabe donde acaban. Es como si no tuvieran fin.
El cansancio y el agotamiento se apodera de cada parte de mi cuerpo, me absorve. Pone sus invisibles ataduras en mis miembros y me fuerza a arrodillarme. A caer al suelo, derrotado. Y yo cierro los ojos y las voces se suceden. Siento el espectro de la muerte abriendo lentamente la ventana y colándose por el resqu icio de la puerta. Me mira fijamente pero no me ve. Pasa de largo un aroma de rosa púrpura. Y desaparece dejando la atmósfera helada. Abro los ojos pero en realidad están cerrados. ¿Qué ha ocurrido? No sabría decirlo. No podría explicarlo mas que de una forma vaga e imprecisa. Se lo que no puedo saber y así uno no se puede aclarar.
El Biblioburro
Hace 12 años
1 comentario:
Animo torero!
You'll Never Walk Alone...
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