viernes, 23 de enero de 2009

A SMACK IN THE MOUTH

A smack in the mouth, un sopapo, una galleta, una colleja, un coscorrón bien dado. Eso es lo que se merecen esos jerifaltes, representantes vivos de la idiotocracia que se dedican a hacer leyes como penar el hecho de que un padre de un bofetón a su hijo. Semejante necedad solo puede proceder de alguien con un claro trauma infantil, o con unas ansias de normar, controlar y gestionar de alguna manera gasto público fuera de lo común. De aquellos, los políticos, que se ocupan de crear más y más problemas para poder justificar su existencia. Necesidades creadas como la de que todo el mundo tenga un teléfono móvil o televisión digital. Para qué queremos más, tal y como está el gallinero.

Pues en esas andamos. Se que no está de actualidad, pero, coño, me acabo de acordar y cualquiera con dos dedos de frente se dará cuenta de que no es racional ni razonable. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a permitir que el Estado se inmiscuya en asuntos exclusivamente familiares? Eso es lo que hace la Iglesia. Dicta normas de comportamiento dentro del estamento familiar. Y ¿va a venir ahora el Estado, haciendo tanta gala de su laicismo como hace, a decir cómo se debe educar a un hijo? Ya lo dicen por ahí: "La izquierda es hija del catolicismo". Ahondando en este contrasentido conviene recordar la campaña publicitaria, boba donde las haya, que se han sacado de la manga. Pues claro que las manos están para proteger, acariciar y cuidar. Pero también para castigar cuando sea necesario. Desde luego a base de ostias no se puede educar, pero en ocasiones es necesario.

Venga, venir, pseudodemócratas y psicólogos de folletín y de 0 en matemáticas. Soltar vuestra martingala de progresista, cutre y rancia. "A un niño no se le puede educar en la violencia" Pues claro que no, inepto. " Lo mejor es no hacerle caso" ¿Obviando su comportamiento? Está más que claro que un niño necesita tanto libertad como disciplina para aprender a ser una persona. Un ser humano. No un asno que camina erguido. No entraré en aspectos pedagógicos. No soy ni profesor ni tengo hijos. Pero cuando me lo he ganado, mis padres me han dado unos sopapos, a los que yo respondía, primero llorando, luego entendiendo el porqué de todo y finalmente escojonado de risa. Y no tengo ningún trauma ni un carácter violento.

Esto es solo una pamplina más, producto de una sociedad enferma y profundamente idiotizada, a la que se le ha anulado por completo la capacidad crítica y de valorar las cosas. Que eso, que si lo otro o lo de más allá, a bueno, pues vale. Y así nos va. Pues a mi me importa bien poco. Ahí se den ellos de tortas y nunca mejor dicho. Pero para aquellos que legislan, aquellos jueces capaces de separar a una madre de su hijo por haberle dado una bofetada, aquellos capaces de denunciar, aquellos que se tragan todo tipo de propaganda, aquellos que lo ven normal, aquellos que piensan que este tipo de leyes se hacen por el bien común, más les valdría estar metidos en otras labores más productivas y beneficiosas para ellos y para sus vecinos más próximos. Por que el siguiente paso será instalar cámaras en nuestras casas, y al despertar un médico encorbatado nos pondrá un enema, luego un lavado de estómago, una jornada de trabajo de 12 horas en la picadora de carne y dormir en colchones de clavos porque mejora la circulación sanguínea. Sodomía para todos.

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