domingo, 8 de febrero de 2009

DEEP, DEEP, DEEP

Me encontraba en la parte trasera del jardín, tumbado en el suelo. Sin motivo aparente empecé a balancearme sobre mi espalda, y tomándole el gusto a esa sensación y de una manera pausada y progresiva me desprendí de mi ropa y acabé revolcándome con saña. Mi piel se cubría de hojas, ramitas, piedrecitas y terrones de tierra. Salía sangre pero no sentía dolor. Poco a poco se fue haciendo un agujero en la tierra por el que , cual avestruz, introducí mi cabeza luego mis manos, que empujaron dando paso a mis brazos, hombros, cuerpo piernas y finalmente mis pies, que se despidieron de la superficie con un aleteo como de morsa.

Se hizo la total oscuridad pero, aún así, de alguna manera podía ver lo que había a mi alrededor. Había raíces, zanahorias a medio crecer, lombrices y escarabajos. También había topos, topillos y topetes. Hablaban a grito pelado de que si unos eran unos fachas y los otros unos sucios socialistas. Seguí mi camino sin que estos se percatasen de mi presencia, no queriendo meterme en asuntos de tipos que no pueden ver más allá de la punta de su nariz. Seguí cavando más y más profundo y vi comadrejas, hurones y tejones dándose un festín con la carroña que habían encontrado en la superficie.

Mis ojos se llenaron por completo de tierra y mi piel al desnudo se estremecía con el contacto de la dura y fría roca. Ya no veía nada más que la inmensa oscuridad, pero seguía con mi avance. Como guiado por una extraña determinación. Dejé todo a la merced de una extraña intuición que había aparecido con rabiosa intensidad tan solo unas horas antes. Mi cuerpo se iba transformando lentamente y notaba como me iba creciendo vello, fuerte y oscuro, por todo el cuerpo. Mi nariz se tornaba larga y húmeda y mis manos parecían pezuñas, que incansables seguían trabajando y trabajando abriendo un túnel en la oscuridad. En un recodo del camino encontré una pequeña gruta en la que, sentado en una roca, se hallaba Julio Verne con un cartel que decía "Al centro de la tierra" mientras con su pulgar hacía señales en la dirección hacia la que yo me dirigía. "Pensé que estaba muerto", dije yo " de eso nada" contestó el sin más.

Seguí mi camino. Empezaba a sentir un calor que me llegaba a embriagar y, sediento, aceleré mi marcha. Al final llegué a una gran sala de forma esférica de color amarillo brillante. Allí, como flotando en el vacío había una mesa de madera en la que jugaban a las cartas ni más ni menos que Cristo, Buda, Shiva, Zaratrusta, Moises y Mahoma. Al otro lado de la sala, aquel que parecía ser Vhisnu apretaba palancas, botones, atendía llamadas, vigilaba pantallas, mantenía encendido un fuego y recitaba en voz alta versos sagrados. "Hola, qué tal majo" dijo Buda "hacía tiempo que no recibíamos visitas. Si quieres te explico como funciona aquí todo, en lo que llamamos la sala de máquinas, y así puedes seguir tu camino cuando antes" De mi boca de ratón no salió ni una palabra.

" Aquí nos reunimos las divinidades y nos jugamos a las cartas quién tiene que trabajar. Es decir mantener una lucha con el hombre para que no destruya lo que tanto nos costó crear. Pase que ya no crean en nosotros, solo en ellos mismos, pero tampoco es plan de que se lo carguen todo, así, a la brava ¿no te parece, pequeño? Así que el que pierde en la partida le toca trabajar y el que estaba antes descansa. Ya ves que es un trabajo sufrido. Mira, mira... " En aquel momento quise hacer muchas preguntas, pero nada salió de mi boca y fue amablemente invitado por mi guía a abandonar la sala pues estaba interrumpiendo su juego y llevaba además una buena mano.

Salí de la esfera y volví a la oscuridad y a la tierra. Empecé a cavar de nuevo con decisión, con la firme intención de llegar a las antípodas, pasando de largo por una estatua de George Orwell, tipos vestidos de blanco que hablaban sosegadamente del fraude millonario que suponía para los ciudadanos el uso de energías renovables como la solar o la eólica, de nuevo hurones, topos, lombrices, raíces y...Desperté en el jardín. Era de noche y la luna creciente me saludaba. estaba desnudo, cubierto de tierra mezclada con hierbas y sangre producidas al parecer por haber estado durante horas revolcándome salvajemente por el suelo en lo que pareció ser, al final, un sueño de carácter iniciático, o quizás tan solo lisérgico.

1 comentario:

Pedro Estrada dijo...

Esta entrada es un buen pedazo de literatura, sin duda. Curiosamente, mientras la leía, estaba escuchando en el iPod la música psicotrónica (el corte 5 en concreto; casi seis minutos de piano y guitarra con voces inquitantes de fondo) de un tal L. de M. Y la ambientación era cojonuda: casi podía verle excavando con sus flamantes zarpas, Mr.Zhukovsky.


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