viernes, 20 de marzo de 2009

THE SHARPENER!!

El otro día salí a la calle como de costumbre a fumar un pitillo y dar una vuelta a la manzana. A disfrutar de un breve paseo bajo el sol, ahora que aprietan los primeros calores, que son siempre los más agradables por hacernos olvidar de golpe los rigores del invierno, el abrigo, los guantes, el gorro y porque no, la factura del gas. La gente sonríe y todo el mundo lo juzga como benévolo, las chavalas pasean ligeras de ropa y renquean en algunos resfriados mal curados. Pero no es ese el hilo...Como decía, salí a la calle. Estaba yo ensimismado en mis desvaríos cuando una melodía me sacó de mi necia ensoñación. Piriiiiiii-pi-ri. Piriiiiiii-pi-ri. Ah, claro. Recuerdos de la infancia destapados al instante por tan particular melodía. Tan simpático sonido armónico (de armónica). Si amigos, el afilador viene al barrio.

El afilador. Viejo resquicio de un modo de ganarse la vida olvidado por completo. Donde están esos viejos mercaderes y arrieros que iban con sus mulas y carretas cargados de trastos y herramientas. Lo mismo te vendían unas alpargatas que te arreglaban un paraguas. Esos, ya no están. Otro oficio más que desaparece en el marasmo de la "sociedad del bienestar". Es natural y es que reparar algo es poco democrático, no espera, es poco práctico. Poco moderno. Si tu cuchillo no funciona no trates de afilarlo. Ve y compra otro. Consume, echa unos euros a la máquina, por favor, y más ahora en tiempos de necesidad en los que "todos" estamos pasando "hambre". Mierda de comillas para resaltar lo que es evidente.

Pero hablábamos de oficios. Si. De aquellos antiguos artesanos que lo hacían todo con sus manos. De principio a fin y cuyo saber era transmitido de una forma jerárquica. Del maestro al discípulo, que no dejaba de serlo hasta que dominaba todos los secretos y las técnicas de su oficio, ya fuere albañil o botijero. Cosa poco probable hoy en día, donde predominan los contratos temporales que imposibilitan el aprendizaje on-the-job. Y eso sin mencionar la monstruosa fragmentación del trabajo, y de todo en general, que convierte al trabajador en un simple autómata incapaz de comprender que es lo que está haciendo. Solo sabe que es una pieza más en el engranaje. Se ha convertido sin saberlo en una máquina. El hombre solo ya no vale. Ha perdido su lugar en el mundo. No entiende nada. Está corporativizado hasta el extremo.

Normal que la gente esté cabreada todo el día, rezume mala ostia y mala educación. O no quiera calentarse la cabeza con cosas más complejas. O necesite sobredosis de alcohol, drogas, chocolate, helados, putas, juego, videoconsolas, cenas de empresa y montones de chorradas ( si de "cosas" se trata, el límite lo pone tu cartera) para sobrellevar la existencia. Y eso es porque en lo más esencial de la vida, que es el trabajo como forma de sustento vital (que te da de comer coño) nadie entiende ya nada. "A mi no me preguntes, tu aprieta el botón y ya está". "Pero cojones Manuel, que no lo entiendo." "No preguntes, te pagan por apretar el botón. Le das y punto en boca".

Gracias Ford. Gracias señor Smith. Gracias Karlos. Con tu espesa barba y tu culo engordándose en la biblioteca del museo británico de Londres, mira lo que nos has ofrecido. No eres el único, claro. Pero tus tontas reflexiones nos han conducido en parte a esto. A la pérdida de contacto con la realidad humana, siendo esta parte del mundo natural, no pudiendo ser desgajada de ella solo porque a ti te parece mejor. La cadena de producción, el control de la "fuerza" del trabajo que no es sino la fuerza bruta, la especialización productiva, la separación de tareas y como consecuencia la producción de miles de artículos de ensueño. Más factorías y más gilipolleces para legiones de ovejitas. Más destrucción y más olvido. Más movimiento, más caos, más producción, más confusión y más frustración. Más separación, más ira, más envidia, más codicia, más maldad. Todo lo supuestamente beneficioso tiene su terrible contrapunto. Y así se cierra el círculo y la rueda echa a andar. Pues venga, hasta que se pinche.

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