jueves, 3 de diciembre de 2009

MOURNING, BLAMING, CURSING.

Vivimos en un país de quejicas. De llorones. Estentóreos lamentos de abominable sonido recorren de una punta a otra el país. O lo que queda de él. Unos se quejan porque tienen que trabajar y otros porque no tienen trabajo. A otros les jode que su jefe sea un cabrón y a otros que el funcionario de turno del INEM no tenga corazón. A otros les enfurece que pierda su equipo de fútbol, que a su mujer le haya afectado la dichosa gravedad en sus otrora gloriosos senos, que los servicios públicos dan asco y que los privados abusan, te roban, te timan y además se burlan de ti. En definitiva un jolgorio de no te menees. Todo son quejas y todo son problemas. Hijos de puta, que me hacéis hablar mal y todo, ¡espabilad de una vez! En este país entre la clase quejica, los nuevos ricos y la herencia católica, que pesa todavía como pesa la losa que cubre a Franco y que conduce a la mayoría a creer en la fuerza irremediable del destino y una clase asentada, agradecida, chupóptera, desacompasada, tirana, heredera del fascismo liberal y encubierta por la mejor de las ideologías que se haya inventado nunca para doblegar el espíritu del pueblo (esto es: la terrible mezcla de capitalismo inmoral y democracia insana) anda el patio siempre revuelto pero nunca pasa nada.

Pero claro ¡será que no tenemos entretenimiento! Entre la tiranía mediática que sodomiza nuestras seseras con sus vomitonas constantes de basura radioactiva. Radioactiva en nuestros cerebros. Enciende la tele a ver las noticias: crimen, violaciones, robos, asesinatos en directo, paro, estafas, muerte, dilapidaciones, noticias culinarias, desfiles de lencería sugerente y Cristiano Ronaldo y la madre que los parió a todos. Apaga la tele, cierra los ojos y dime si con semejante coctel de mierda uno puede vivir tranquilo. ¡Claro que no! Pero es que eso no es todo y hoy, queridos amigos, no voy a entrar en política. Es que los precios de las viviendas son de escándalo, las compañías de servicios de telefonía roban literalmente, las empresas escatiman a sus empleados en las nóminas justificándolo con la mala situación del mercado. Con una coyuntura en la que llevamos años instalados. La de reducir y reducir costes y producir y producir más. Miren, yo de economía no tengo ni puta idea, pero sí que sé que esto es del todo incompatible.

Diablos, entre tanta mierda ya me he perdido. Ya lo dije antes: país de quejicas. Y de burros, a los que llevan apaciblemente enseñándoles la Zanahoria Eterna, que nunca en la vida llegarán a probar. Es fácil: arriba y abajo. El problema es que muchos tienen la ilusión de que están donde en realidad no están y ese es el gran logro del Nuevo Régimen. Es todo apariencia, todo virtualidad, todo alegría y sobretodo grandes posibilidades y expectativas. Todo se puede lograr: grandes tetas, coches rápidos, sucedáneo de caviar, la vida eterna y una casa en Marina D´or. Pero cuando todo se derrumbe y nos veamos en pelotas en medio de la ventisca, a ver quién cojones se echa a reír. Esto de ventisca no tiene nada, es solo brisa estival.

La cuestión es que en realidad, como podéis muy bien comprobar, hay muchas más cosas que nos unen. Pero el Sistema ha pensado en todo, y para mantenernos enfrentados, conscientes ellos de que divide y vencerás y de que la unión hace la fuerza, han mantenido la dialéctica ideológica de principios del siglo XX con la intención de mantener abierto un debate estéril y completamente inútil. Y todos muerden con rabia ese anzuelo ponzoñoso. Necio y ponzoñoso. Con qué ardor, con qué pasión se picotea ese pan podrido. Pues eso. Tenemos ni más ni menos que los que nos merecemos porque individualmente podemos ser muy listos, pero en conjunto somos tontos de remate y las pruebas están sobre la mesa. ¿Cómo es posible que en España ni se haya abierto la posibilidad de una Huelga General? ¿Cómo es posible que con justificaciones económicas hayamos retornado a situaciones laborales más propias del XIX? Debemos de ser muy tontos. A mí ya solo me queda ese consuelo. Mal de muchos consuelo de tontos.

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