domingo, 3 de mayo de 2009

PORTRAIT GALLERY III

" Pablo, Pablín, Pablito clavó un clavito. Cuántas veces a lo largo de mi vida, y sobretodo en mi infancia, he tenido yo que escuchar esta dichosa frase. Porqué se empeñaban todos en que yo tenía que haber clavado un clavito. Quizás fuese una premonición y la gente, de una manera inconsciente, quería dar sentido a mi vida. Hazte carpintero, como Jesús. Clava clavos, da forma a las maderas y trabaja solitario en tu taller. Poco importa que sea de sol a sol. Preferiría mil veces el olor a barniz, a serrín, a viruta y a cola que la peste de la fritanga nebulosa en la que me veo envuelto cada día, excepto los lunes que es mi día de descanso. Puede ser que en mi tierna infancia no supiese adivinar el significado de esta frase que la gente me repetía, como un mantra protector. No lo supe ver y ahora..."

"Ahora mi pasado está olvidado, mi futuro no existe y mi presente se diluye con cada gota de grasa que me chorrea de la frente. Con cada caña que sirvo. Con cada cliente, bueno o malo, que entra por la puerta y me dice "Pablo, lo de siempre". Claro, como no. Para eso estamos aquí, para lo de siempre. Para ser un esclavo de mi mismo. De mi inutilidad. La vida es una mierda y la mía la siento como una desgracia. Como un castigo que día a día he de sufrir, y es que odio mi trabajo. Si me viéseis ahí, jamas creeríais lo que os digo. Cuando estoy ahí, al pie de la barra sirviendo cañas, vaciando tubos en tres tragos, apoyando el cigarrillo en las neveritas de los refrescos y los zumos, cuando me sueno ruidosamente la nariz con la mano y me limpio en el pantalón y acto seguido meto una de morro, empujando los pedazos de cerdo muerto con mi mano sucia. Siempre tengo una sonrisa..."

" Mi sonrisa encandilaba a las mozas cuando era joven, pero claro, esto era cuando mis dientes todavía estaban limpios y cada uno se encontraba en su lugar. Y antes también de que me atrapase está calvicie que no acaba de decidirse a dar su golpe de gracia. Si, yo tenía éxito con las chicas. Pero ahora ninguna se fijaría en ese pobre desgraciado que huele siempre a gamba y a calamar y que resulta que no es pescatero ni tratante de mariscos. Solo Pablito (the bartender), el que a veces se hace pasar por el dueño del garito, cuando Freddy no está a la vista. Pero es falso. Soy solo un asalariado y ni siquiera pensar que, en el fondo, el rey también lo es, me sirve de consuelo alguno. Que desgracia la mía, verme aquí atrapado entre cucarachas y paredes amarillentas y carteles anunciado nuestras tapas y especialidades que se caracterizan por tener precios bajos y sabores similares, pues el aceite es siempre el mismo para todo y es una vergüenza que un calamar sepa lo mismo lo mismo que una gamba o , peor aún, que unas papas. Esta es mi vida..."

"Y qué vida amigos. Soy una desgracia. Cuando echo el cierre, al igual que cae la persiana caen mis párpados y se relaja mi sonrisa y me convierto en lo que soy. Un fantasma que pulula desde el bar a casa y de casa al bar y recorre las calles del barrio los lunes y los domingos por la tarde con una pesadumbre atroz y con un espíritu taciturno. Si me ves, detenido en la acera esperando a que el semáforo se ponga en verde, veras mi mirada muerta. Leerás en mis ojos la tragedia de una vida insulsa, insípida y maloliente. Fui feliz una vez, pero de eso ya no me acuerdo. A veces me solazo cuando bajamos a Salou y me acerco al del chiringuito de la playa y le espeto "Lo de siempre" Pero no funciona porque el tipo ni me conoce ni habla mi idioma. Mi alegría es entonces efímera. Cabizbajo me bebo cuatro cañas y me dedico a roer los huesos de las aceitunas. Y esto amigos, ocurre una vez al año..."

"Una vez al año me hago siempre la misma propuesta. Acabar con todo y empezar una nueva vida. Quitarme la cara de idiota de Freddy de encima, los ojilllos de retrasado de Ángel y al memo del Julito que se cree que ha tocado techo. Lo pienso, lo medito, hago planes y llego a la conclusión, tras un día de emociones desbordadas ante la perspectiva de una nueva vida, de que es imposible. De que estoy atrapado y entonces me devora por dentro una angustia desconocida y tengo ganas de echarme a llorar y quedarme tendido en una esquina de la casa a esperar que la muerte se apiade de mi y venga a recogerme. Duermo y sueño con una vida tranquila en un taller de carpintería y de repente una gamba gigante rebosando grasa y furia asesina aparece, devorando mi pequeño taller, y cogiéndome por los pantalones me zarandea y me grita. "Vuelve al trabajo gandul. Vuelve a la grasa" Me despierto empapado en sudor y es la hora de levantarse y abrir el bar. Entra por la puerta puntual como siempre Don Jacinto. "Pablo, lo de siempre". Si amigos, lo de siempre..."

1 comentario:

Pedro Estrada dijo...

Una pieza magnífica, Mr. Zhukovsky. Sus narraciones transmiten un patetismo poético al que auguro un futuro de relumbrón si son compiladas en forma de libro de retratos (como un 'Bestiario Humano' o una 'Geografía del Patetismo Tabernario'). En serio: escriba, recopile, pula y, sin duda, alguna editorial se forrará publicándolo.


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