domingo, 14 de junio de 2009

IDIOT TAX

Me gustaría disponer de un arma. ¿Un cuchillo, una balloneta, un arco, una ballesta?. No creo que no. ¿Qué tal un florete, una espada? ¿Un estilete quizás?. No, nada punzante o cortante. Una pistola. No espera, una escopeta. No mejor no. ¿Una metralleta? Si, hombre, de esas que llevaban los gangsters en los buenos tiempos de la ciudad de Chicago. No... Ya lo se. Un rifle. Uno de los cojonudos. De esos de asalto, con mirilla telescópica láser. Donde se marca con una crucecita el objetivo y...¡ Zas! Das en el blanco y asunto resuelto. Si, gracias póngame dos de esos y municiones para un Invierno en Estalingrado.

El coche lleva tuneadas hasta las arandelas de la caja de cambios. Es morado y de su equipo de música último modelo sale un ruido infernal creado sin duda alguna por el mismísimo Lucifer. ¡Boom, boom, boom! Maldito necio. Y encima lleva las ventanillas bajadas. Desde el salón de mi casa oigo como se detiene momentáneamente en el stop que está justo debajo de mi ventana, primer piso por más señas. Sin dudarlo cojo mi fusil de asalto, abro la ventana, subo la persiana y disparo. Reviento primero sus ruedas y luego los cristales tintados. Amigo, has trabajado como un idiota, y lo que te queda para pagar tu estúpido coche, y ya ves lo que te va a durar. En cuanto baja del coche le suelto un tiro en la cabeza y cae desplomado como una marioneta. Buff, que descanso. Se acabó el ruido.

Ya está otra vez aquí el imbécil de la motocicleta. Le da al puño del gas con rabia porque si no se le apaga el motor. ¡ Brun, brun, bruuuuuun!. Dios, si esperas a tu novia en la esquina, ¿no podrías apagar tu ruidoso motor y encenderlo luego? No, porque eres un hijo de puta y un desconsiderado. De nuevo me pongo en posición de combate y en un abrir y cerrar de ojos le lleno de plomo las ruedas. Se quita el casco, confuso, momento que aprovecho para meterle un tiro entre las cejas y observo como cae al suelo con la cabeza abierta como un melón maduro. Se acerca su novia corriendo y gritando y acabo con su vida, no vaya a ser que se le ocurra encender ese trasto del demonio.

Me importa un bledo si eres sudaca, negro, latino, africano, blanco o simplemente idiota. Pero me jode estar durmiendo y escuchar por la calle como esos panolis se pasean con sus móviles por debajo de mi casa haciendo sonar sus politonos y canciones obscenas a todo volumen para que todos observemos su mal gusto musical. Existe una cosa que se llama audífono, más conocida como cascos. Y sirve para que solo "tú" escuches la música. Es sábado por la noche y la calle se llena de estos especímenes, así que en lugar de dormir me visto de negro y me parapeto en la ventana. ¡Pam! Uno menos. ¡Pam, pam! Así aprenderéis. ¡Pam, pam, pam! Si es que os lo ganáis a pulso...

Párrafo aclaratorio:

Queridos amigos y simpatizantes de nada. Lo anteriormente escrito es solo una metáfora de mi rabia ante la estupidez. Solo quiero aclarar que de momento no tengo intención de cometer asesinato alguno y mucho menos hacerme con un arma de fuego. Es conocida mi afición a decir:"la gente es idiota y nunca me cansaré de repetirlo" y en efecto no me canso. Pero no por eso justifico la matanza de inocentes. Este es el mundo moderno y el precio que hemos de pagar por el progreso y la tecnología es el ruido. Es la pérdida de nuestra paz, de nuestra tranquilidad, de nuestro sosiego. Somos una sociedad que no conoce el silencio. Y eso es una tragedia y un precio muy alto. Y ¿qué hace nuestro querido gobierno, siempre tan dispuesto a velar por nuestros derechos, nuestra salud y nuestra libertad? Pues en lugar de preocuparse por crear un sistema educativo que funcione, razonable, serio, de donde salgan ciudadanos respetados, respetables y respetuosos, gente culta, educada y cordial y así evitar que ocurran cosas desgradables, lo que hace es otra cosa: Nos sube el impuesto del tabaco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, gracias , por ser tan claro. Estoy de acuerdo contigo en todo. Un saludo de mi galaxia.

Anónimo dijo...

Eso es muy cierto Pablo. Va a llegar un día que resulte prohibitivo atufar de faria a Alberto mientras finges seguir interesadamente su conversación.


contador de visitas