viernes, 19 de diciembre de 2008

IS THERE HOPE?

Aquel día no iba a ser un día cualquiera. Aquel día las ovejas, después de una larga jornada de trabajo pastando en los campos dejándolos impolutos para sus dueños y señores, se disponían a contemplar un acto inigualable. Muchas cosas diferenciaban a unas ovejas de otras. Las había de múltiples colores y tamaños. Unas pensaban en binario y otras no. A unas les gustaba hacer deporte y a otras no. Pero todas tenían algo en común. Todas en su establo disponían de un televisor. Llegó la hora señalada y todas, en un movimiento sincronizado que rozaba la perfección, encendieron sus televisores.

Primero aparecieron los buitres. Desde un puesto privilegiado lo observaban todo e informaban de lo que acontecía a las ovejas, paralizadas en sus sillones, sillas y sofás. "Hoy va a ser un día histórico, de eso no cabe ninguna duda". Empezaron a llegar lujosas limusinas, vigiladas de cerca por perros, que no perdían comba de lo que sucedía. Si alguna oveja despistada se acercaba demasiado le mordían en el cuello. Así, a la luz de los flashes de los buitres todos desfilaron sus mejores galas delante de las obnubiladas ovejas, deslumbradas por el lujo y la importancia del acontecimiento.

Cuando todos se habían reunido en el palacio, se hizo un grave silencio. El gran simio se disponía a hablar. Todos escucharon sus palabras con gran interés asintiendo con sus cabezas al final de cada frase. Bebiendo con sus orejas cada palabra. El gran simio terminó su discurso y como por arte de magia desapareció dejando una nube de humo. Todos aplaudieron hasta que sus patas, alas o aletas se pusieron rojas. Los monos daban saltos de alegría, los cuervos se mostraban complacidos, los cerdos se enfundaban en lujosos baberos forrados de diamantes, preparándose para el gran banquete, los perros vigilaban y las ovejas en sus casas derramaban lágrimas de pura emoción. Una legión de pingüinos se abrió paso en el gran salón, sus aletas llenas de bandejas de la más jugosa comida. Sesos de humano, pierna de bebé, mamas de tiernas adolescentes, quijada, bazo de tartamudo, lengua en salsa de esperma, pene al ajillo, ojos de sordomudo. El gran cuervo, enfundado en un traje de oro y ceñida en la cabeza una corona de rubíes, dio la señal de que el banquete podía empezar, tras dar gracias al Señor. Puro, caritativo, compasivo. Creador de todo lo habido y por haber.

Y empezó la gran fiesta. Los elefantes hacían sonar sus trompas acompañados a la percusión por hipopótamos. La grasa resbalaba por los baberos de los cerdos, los perros recojían las migajas que estos les dejaban, los monos se dedicaban a flirtear los unos con los otros, manteniendo relaciones sexuales debajo de la mesa sin importarles el sexo o el parentesco. Los cuervos mostraban orgullosos sus joyas mientras se desabrochaban las chaquetas para poder llenar más sus orondas panzas. Las hienas, haciendo un esfuerzo por no reírse, anunciaban a grito pelado productos milagrosos para tener una lana más limpia, más suave y esponjosa. Mientras tanto, los buitres explicaban a las ovejas el porque de todo.

"Estimadas ovejas, es necesario que entiendan que para poder mantener nuestro estilo de vida ustedes han de trabajar todo el día en el campo. Han de pastar con alegría y sin quejarse para poder alimentar a los cerdos y a los perros, que son los que se preocupan por sus verdaderos problemas. Nuestros compañeros cerdos se ocupan de que tengan calor en sus establos, comida en sus platos y televisión para sus ratos libres. Los perros vigilan que no vengan lobos a robarles a matarles o a violar a sus hijas. Y es por su inestimable labor por lo que les damos un homenaje cada año con este suntuoso banquete. Comprendan que son ustedes tantísimas que sería imposible invitarlas a todas." Aplausos en cada establo y alegría infinita. Las ovejas rezaban delante de retratos del gran cuervo. Dándole las gracias por mediar entre ellas y el Señor.

Lejos de todo aquello un lobo caminaba por el bosque. Ajeno al gran banquete. Sin saber que pudo haber dicho el gran simio. Sin compartir la efusiva alegría de las ovejas. El tan solo meditaba, mientras deambulaba por el bosque bañado por la clara luz de la luna en busca de alimento para el y su familia. Se preguntaba porqué el mundo era tan injusto. Porqué el no podía acercarse a ningún animal, ya que cuando lo hacía todos salían corriendo como alma que lleva el diablo. Una lágrima gris asomaba en sus ojos. Ya no había esperanza para el. Ni para nadie. No había esperanza de que la verdad apareciese en una radiante mañana e iluminase los corazones de todos los animales y todos pudiesen ver su error, y hubiese tiempo para el arrepentimiento. Para el perdón y para el olvido y para rehacerlo todo de nuevo. Un despertar en el que el hubiese un mundo justo. Donde la tiranía y la mentira no tuviesen lugar donde echar raíces. Donde no se tuviese que mirar a los dos lados al cruzar una calle. Donde los niños pudiesen jugar y reir y nadie tuviese que sufrir la demencia asesina de otros. Donde la bandera de la estupidez y de la ignorancia no tuviese un mástil en el que ser izada. Y mientras así meditaba, su sueño era violado, torturado y burlado en el gran banquete. Y las ovejas que nada sabían, nada habrían de saber nunca, porque nunca se atreverían a escuchar las palabras de un lobo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gustan los animales...


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