domingo, 19 de abril de 2009

PORTRAIT GALLERY II

" Camino lentamente por la calle, pues mis piernas ya son viejas y siempre están cansadas. Suerte que tengo mi vara de boj con mango de marfil para apoyarme mientras camino. Mientras hago la ruta de todas las mañanas, de todas las noches, de todos los días. Ruta que bien podría ser llamada la ruta de la gamba. Pero primero me presentaré. Mi nombre es Jacinto Gutierrez Dominguín. Residente en Zaragoza, barrio de las Delicias. Soy un hombre bajito, enjuto, de cabeza redonda y pequeña, disimulada por una gorra de cuadros que no me quito ni para ir al baño como quién dice. Padezco problemas de vista que me obligan a llevar gafas de esas que te hacen los ojos más grandes. Como si llevase unas lupas. De esta manera tengo un aspecto bastante mortadelesco. Nariz ligeramente afilada, labios finos y barbilla casi inexsistente. Dejé de fumar cuando me jubilé aunque todavía lo echo de menos, y de vez en cuando no perdono una faria o dos."

" Mi vida fue sencilla. No estudié porque mi madre decía que los burros van al establo, no a la escuela. Nunca supe muy bien que quería decir con todo esto, pero lo cierto es que desde los 14 años trabajé sin descanso en una fábrica de conservas. No estaba mal. Todos los días podía oler las mermeladas de los más variados sabores aunque nunca pude probarlas. El médico me decía que una cucharada de mermelada sería mortal para mi. Otra cosa más que nunca entendí. Pero como llevaba una bata tan blanca y tan limpia le creí y le dije: "De seguro que tiene usted muy buenas razones para afirmar tal cosa. Le haré caso". Ese mismo día me hicieron fijo y me ascendieron de puesto. Fueron buenos años aquellos. Me casé y tuve varios hijos, no recuerdo cuantos porque hace años que no se nada de ellos."

" Dicen por ahí que la vida siempre te da otra oportunidad. A mi me la dio el día en que me jubilé, solo que me llevó tiempo el darme cuenta de todo ello. Recuerdo el día en que llegué a casa con una placa y un bote de mermelada que me prometí no comer. Pero no me pude resistir. No paso nada. Tampoco lo entendí, pero al día siguiente salí a la calle y me metí al primer bar que vi. Después fui a otro. Luego a otro y así hasta el undécimo. En cada uno de ellos no bebí más de tres copas de vino y subí a casa renqueando, pero con una satisfacción plena, gozosa, de haber hecho por fin algo interesante con mi vida."

" Al día siguiente hice lo mismo. Desayuné una porras con chocolate en el Shokys; me dejé caer por el bar La Paz para tomar una caña y un platito de frutos secos; en el Mariros tomé un pincho de tortilla de sobre con un tintorro; en el Láture me convidé con otro chatito y una ración de calamares. Eran ya las tres de la tarde y apretaba el sol, así que busqué alivio en el fondo de una jarra de cerveza en el Garza. Continué y tome otro café en el Pampero y a las siete de la tarde me dejé caer por el 269. Tomé cuatro gambas rebozadas y tres copas de vinazo. Me pareció este el lugar más interesante de todos. Un ambiente, mezcla de juventud, obreros, parados, pensionistas y gente sin mejores cosas que hacer. Menudas conversaciones. Todo el mundo estaba enfrascado en temas de lo más variado y profundo. Desde la habilidad para repartir mamporros de Chuck Norris, los problemas que presentaban los periódicos gratuitos, las desavenencias del equipo de fútbol local o los pros y contras del sistema democrático. Aquello parecía la Sorbona, amigos".

" Así que día tras día a eso dedico mi tiempo. Recorro todos los bares de la avenida, de chato en chato, de caña en caña, de gamba en gamba, de rebocina en rebocina. Lo paso la mar de bien. Los muchachos jóvenes me dicen: ¡Jacinto! ¿Ya vas bolinga?. Y yo contesto: invítame a un vino y te lo digo. Y se echan a reir y a veces me invitan a un vino y entonces yo chasco los dedos de alegría y digo a todo que si, y mientras ya tengo otro vasito en la barra. Se me pone la mirada alegre y de este modo tengo el aspecto de un ser en el fondo entrañable. Seré un borrachín de barrio y todo lo que queraís. Lo más lejos que he ido en mi vida es a la fuente de la Junquera. Solo una vez leí un libro, acerca de como instalar la antena de la tele. Soy un zoquete, un inculto y corto de entendederas. Pero, puñetas, soy feliz y no hago mal a nadie. Así que no me juzgueís por lo que hago. Buscadme en los bares y, si me veis ahí, de pié, apoyado en la barra sujetando un vaso, disfrutando de su contenido a pequeños sorbos, por favor no me miréis mal e invitadme a un traguito. Salud."

1 comentario:

Pedro Estrada dijo...

Grande. Siga así, compañero


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