miércoles, 1 de octubre de 2008

IN EVERYWHERE

En las calles frías. En las esquinas. En la sombra del bulevar. En la avenida de las once esquinas. En las plazas que barre el viento. En rotondas solitarias y rondas de ciudad. En los patios y portales donde se refugian los amantes. En escaleras de mármol donde desaparece el tacto suave de las manos. En verdes jardines que ocultan jóvenes inquietudes. En los pasillos del palacio y en lo alto de la mezquita. Donde todo se mueve al lento compas de la memoria. De la que ni los días cálidos de primavera guardan su recuerdo. En alcantarillas olvidadas y en los restos del arrabal. Donde cae el día como cae la noche y el viento mece las cortinas y los fantasmas arrastran su condena. Donde golpea el martillo del juez y cae muerto el preso. En el ruido de cajas registradoras y de zapatos de charol, que golpean a destiempo el suelo de la estación. En la vía del tren y en el alma de un coronel retirado. En el armario donde guarda sus medallas y las cucharillas del juego de te pekinés. En los envoltorios de regalos. En los lazos de colores. En los aromas de recuerdos olvidados. En los lavabos de un avión. En la cazoleta de la pipa de un marino, con la sal apretada en su piel. Los talleres, las fábricas. Los coches aparcados en calles solitarias. El rumor de la brisa que se cuela por la chimenea y los gritos de los estudiantes del kung-fu. En los papeles de los estudios sobre las costumbres de los monos. En la soberbia del que se cree en posesión de la verdad. En el corazón de la caja de música. En los que buscan psiquiatras en la barra del bar. En los que han visto el olvido irse muy lejos. En la nómina de un poeta. En la codicia del banquero y la alegría del barrendero. En cada fragmento de vida. En cada instante. En cada letra de cada teclado de cada ordenador. En las ondas que surcan el cielo y en el fondo de las minas. En las fuentes que adornan jardines de aristócratas. En cada pellizco, en cada mordisco. En estaciones del espacio, en basura, huellas en la luna y exploraciones a Marte. En agujeros negros y en corazones voraces. En el rincón donde duerme el alma del hombre. En la ciencia, en la religión. En el centro del universo y en la caída de la bolsa. En los cañones que rasgan el cielo. En todo. No queda nada fuera del alcance del hombre. Ni siquiera el propio hombre.

2 comentarios:

Pedro Estrada dijo...

Coño. Me ha encantado (aunque algunos profesoruchos piensen que la palabra "encantado" sólo la pueden usar mujeres y gays): acabo de descubrir en tu texto algunos sitios que desconocía, y eso siempre es motivo de celebración... Deberías imprimirlo en papel de 200 gramos y venderlo en tiendas y carruseles a 3 euros la palabra.

Anónimo dijo...

Bravo maldito. Me ha gustado(o encantado).


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