jueves, 13 de noviembre de 2008

I HAD A DREAM EITHER

Igual que Edgar Allan Poe, en un sueño, le dijo en una fría noche de diciembre a un cuervo majestuoso, yo me pregunto. Qué he venido a hacer aquí, huyendo de la ribera de una noche oscura. No soy profeta, ni demonio. Ni santo, ni poeta. Soy solo un murmullo en medio de una luz inerte. .Vacía, pero que llena cada resquicio de este infierno. Tengo un corazón para sangrar; mi alma para entender lo sublime; mi cerebro para negarlo todo. Escucho con atención el susurro de miles de máquinas extrañas. Que no entiendo. Que no alcanzo a comprender. Su suspiro se vuelve diabólico, formando un torbellino de incertezas que no parece llevar a ningún sitio.

Cierro los ojos, deseando soñar. Todo se desvanece y camino entre la nada. En estepas solitarias cubiertas por la nieve. No distingo un horizonte de otro porque no lo hay. Ni árboles, ni hojas, ni ramas, ni piedras, ni animales, ni hombres. Me reconforto en la soledad de la llanura y en el viento suave y fresco. Mis pies son ligeros como plumas y vuelo sobre la estepa. Ante mis ojos todo fluye a gran velocidad y distingo los dibujos que los ríos trazan sobre el hielo. Lentos y pausados fluyen, se desparraman literalmente sobre la tierra.

En la distancia veo un cobertizo. Hombres rudos recogen los frutos de la tierra y una mujer apoya el hombro en la puerta. Lleva un bebe entre sus brazos y mira aterrada hacia el horizonte. Donde el sol se pone. Asustada, como si los últimos rayos del sol fuesen a robarle su bebé. Arrancarlo de sus brazos y seducirlo en la noche con sus ritos misteriosos. Condenarlo para siempre a la noche solitaria. El sol se va y las estrellas brillan pálidas en el cielo, como anunciando nada. La luna, vámpira y diabla, le roba la luz al sol, para confundir a los incautos y dar vida a los licántropos.

En el eclipse de luz de fotografía velada, donde no estoy muerto, zombie a veces, vivo siempre. En la vasta necedad del despertar y del anhelo infantil de días de sonrisas, tardes de alegrías y noches de sueños de hadas, duendes y elfos. En ese momento del estúpido tiempo en el que ya no hay hielo, ni hay llanura, ni hay sol. Solo blanca luz muerta, generada con partículas muertas hace milenios. En el dolor del despertar. En el dolor de volver a la ribera oscura de la noche plutoniana donde el recuerdo muere, ahogado entre combinaciones inexpugnables de unos, de ceros y de unos. Y de ceros. Yo también tuve un sueño y, aunque me joda, no tengo miedo a despertar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien hecho, muchacho.


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